lunes, 3 de junio de 2013

Ollie & Jerry: “Breakin’… There’s No Stopping Us” (1984) + La historia de la Cannon (1)

Este va a ser un post diferente porque voy a hablar de cine. Me tomo esta licencia porque llevaba tiempo con ganas de contar esta historia, la historia de la Cannon.


Muchas cosas son inequívocamente ochenteras pero pocas como el breakdance, ese baile que se extendió con la misma rapidez que un meme pero sin Internet de por medio, lo que fue meritorio y aterrador a partes iguales. La moda provocó muchos daños estéticos, psíquicos y físicos, yo conocí a más de uno que estuvo a unos milímetros (en sentido literal) de acabar en silla de ruedas al intentar hacer el trompo, y es que en esa época se imitaba todo lo que salía por la tele.

Yo del breakdance me quedo con la película “Breakin'” que narraba la lucha de Special K, Ozono y Turbo por hacerse un hueco en el mundo a golpe de break. La peli tiene casi de todo: coreografías absurdas, un trío de breakers rivales (no os perdáis a su miembro femenino, que sólo sabe agitar los brazos como Pepe en los córners), Van Damme como extra, un secundario gay, Ice-T y product placement de una famosa marca deportiva. Sólo le falta una subtrama romántica, ausencia que agradezco. 

Aunque vista hoy la película da cosa, fue el mayor triunfo de su estudio. Costó poco más de 1 millón de dólares y recaudó 38 millones en EEUU, lo mismo que “Terminator”. Y acabó en el “top 20” del año en la taquilla americana. Si este dato es bueno o malo lo dejo a su criterio.

Lo mejor es que generó una rápida secuela que posee EL MEJOR TÍTULO DE LA  HISTORIA DEL CINE. Y es que los dos primos israelíes que produjeron “Breakin'” tuvieron olfato comercial, como veréis fue un oasis en un desierto de despropósitos.

Aquí os dejo con el vídeo y con la historia de la Cannon.



Prólogo

La Cannon no figurará nunca en los libros de Historia del Cine, de hecho se le suele poner como ejemplo de lo peor, es el Mourinho del 7º arte.


Y eso es lo que mola, porque esta es la historia de dos primos israelíes que un día dejaron su país y se fueron a Jólibu para emprender su particular sueño americano en forma de estudio de cine. Llenaron las carteleras y los videoclubes con porquería de todo tipo (desde las disfrutables hasta las que te pueden matar de vergüenza ajena), y acabaron debiendo pasta a todo el mundo y con los dos primos enfrentados y puteándose sus pelis sobre la lambada. En resumen, que esto también es Historia del Cine, y merece ser contada.

Los inicios

Menahem Golan y Yoram Globus llevaban produciendo películas en su país desde los 60. La primera vez que asomaron el hocico por EEUU fue con sus dos nominaciones a los Globos de Oro con su musical “Kazablan” (1974), una especie de “Romeo y Julieta” protagonizado por Yehoram Gaon, el Manolo Escobar hebreo, algo talludo para el papel. Tres años después, Golam sería nominado al Oscar de Mejor Película de Habla No Inglesa por “Operación Relámpago”, un cinta de acción basada en el secuestro real de un avión con Yehoram Gaon again, el inquietante Klaus Kinski y la musa del erotismo al estilo “bésame o te machaco” Sybil Danning. Pero el pelotazo en taquilla les llegó en 1978 con la primera entrega de la saga “Polo de limón”, historia de shavalines salidorros y claro antecedente de “Porky’s” y “American Pie”.

En 1979, Golan-Globus llegaron a EEUU y haciendo suya la frase “todo es posible en América” (que ha inspirado desde a los del Mayflower hasta Willy Fog) compraron por 500.000$ una pequeña distribuidora, Cannon. Y como si de San Pedro se trataran sobre esa piedra construyeron su templo del cine chungo.

La primera declaración de intenciones (y de hechos) de la Cannon fue “The Apple” (1980), una metáfora del Antiguo Testamento envuelto en un musical hortera, futurista y ambigua sexualmente (por ser amable) y que mezcla baladas moñas, música disco y temas intensos y trepidantes a lo Jim Steinman. Si habéis pinchado el enlace y queréis seguir leyendo esto, os admiro y os lo agradezco.

Golan-Globus descubrieron que lo quería la gente de los 80 era acción, y butacas con reposabrazos, pero sobre todo acción (confío en que Matt Groening no va a leer esto). Pues se pusieron a ello y parieron “La justicia del Ninja” y dijeron: “¿quién mejor para hacer de Ninja que Franco Nero?”. Es una idea que mola de lo absurda que es porque, pensar en un actor de spaghetti-westerns y que venía de protagonizar una explotation italiana de “Tiburón” para hacer de Ninja, es de esas cosas que hicieron grande a la Cannon.

La saga “Ninja” fue curiosa porque para la segunda parte el villano de la primera, Sho Kosugi, pasó a ser el héroe con otro nombre. Y en la tercera Kosugi aparecía la última media hora para derrotar al espíritu de un ninja malvado que había poseído a una chica. El film mezcla elementos de “El exorcista” con momentazos como cuando a la chica casi se la traga su armario, ¿les suena?. Queda claro que en la Cannon sentían un total desprecio por la continuidad, como en DC cómics, y por las ideas de los demás, así hizo carrera Bruno Mattei.



El siguiente paso de la Cannon fue unirse al que sería uno de los pilares de la compañía, Charles Bronson. Coprodujeron la segunda aventura del arquitecto justiciero Paul Kersey (“Yo soy la justicia”). Los propietarios de los derechos no le veían más futuro a las aventuras de Kersey, pero en la Cannon sí. Esta manía de comprar derechos de sagas moribundas sería una conntante en su historia. El futuro de la saga pasó por darle el “toque Cannon”. Esto no era otra cosa que aumentar el nivel de facherío y violencia a niveles risibles. A partir de ahora Bronson limpiaría las calles a bazokazo limpio si hacía falta (“El justiciero de la noche”), porque toda peli de acción mejora con un bazooka. A mí me gustaría usarlo en un concierto de Juan Magán.

En esta primera etapa se dedicaron a picar de allí y allá, sacando comedietas como “El último americano virgen”, pelis insulsas de aventuras (“La dama perversa”) y distribuyendo basuras “top” como “El tesoro de las cuatro coronas”, aventuras italianas a lo Indiana Jones en 3D y con Ana Obregón (combo motal); “El desafío de Hércules” o cómo Luigi Cozzi (sí, el de "Star Crash") convirtió al mítico héroe griego en una explotation de “Conan” para mayor gloria de Lou Ferrigno y Sibyl Danning; y la multiganadora de los Razzies “Bolero”, con John Derek mostrándonos lo buena que estaba su señora Bo y acompañada de Ana Obregón.

A estas alturas ya ha quedado claro que Golam-Globus tenían mal gusto, peor criterio y aun peor olfato comercial.

El auge

1984 fue el año del despegue. Y eso que la cosa no empezó bien pues produjeron “El caballero verde”. En otro alarde de visión comercial, adaptaron esta aburrida historia artúrica y llenaron el reparto con viejas glorias como Trevor Howard y Peter Cushing y le sumaron un Sean Connery en horas más bajas que la audiencia de un programa de Pilar Rubio. Para hacer del prota, Sir Gawain, el director quería a Mark Hamill y la Cannon, como si fueran los Charlotte Bobcats, ficharon a… Ator. Sí, Miles O’Keeffe. Eso es llamar al público a la sala y no lo que hacen los directores españoles, que a la que pueden juntan a Hugo Silva y Mario Casas.

Después de una rinoplastia conjunta o algo, Golan-Globus dieron con la tecla lanzando la ya nombrada “Breakin'”. Pero el gran acontecimiento del "año Cannon" fue la unión con un actor marcial, de barba cerrada, rostro inexpresivo y con una ideología que convierte a Intereconomía en un canal de perroflautas.

La Cannon decidió que la guerra del Vietnam no había acabado y para acabarla mandaron allí a Chuck Norris. Rodaron dos pelis seguidas y, en un regate que ni el de Romario a Alkorta, Golan-Globus decidieron estrenar primero la secuela, “Desparecido en combate”, con Chuck rescatando prisioneros yankis en Vietnam y anticipándose a Rambo (la creencia popular cree que fue al revés); y luego estrenaron “Desaparecido en combate 2” que narraba las experiencias como prisionero de Chuck y su huida.

Como los resultados en taquilla fueron buenos, la unión Cannon-Chuck siguió dejando joyas como “Delta Force”, un remake encubierto y pasado de rosca de “Operación Relámpago” y la peli que más veces ha visto en su vida el que escribe; “Invasión USA” con Chuck frenando una invasión de terroristas comunistas liderados por el gran Richard Lynch (qepd); o “El templo del oro”, una de aventuras con Chuck haciendo de Indy porque matar comunistas, palestinos y vietnamitas también cansa. 

En esos años de esplendor, la Cannon reveló un plan maligno que amenazaba con cambiar el destino la humanidad, ganar el Festival de Cannes. Tal declaración era tan consecuente como que en “Mujeres, hombres y viceversa” recomienden leer, o que Bárcenas sea el próximo presidente del FMI (esto último no lo descarto del todo).

Espoleados por los alemanes, que en 1984 le dieron el Oso de Oro a “Corrientes de amor”, la cinta que la produjeron al Cassavettes, ese mismo año presentaron “Los amantes de María” de Andrei Konchalovsky a Venecia y obtuvieron buenas críticas.

En ese infructuoso asalto a la Palma de Oro usaron “El tren del infierno”, la mejor película del estudio y con la que obtuvieron tres nominaciones al Oscar y un Globo de Oro para Jon Voight. Detrás de la cámara estaba otra vez Konchalovsky, el ruso aportó a la Cannon sus dos mejores obras. No está mal viniendo de un tipo que luego dirigiría “Tango & Cash”.

En Cannes lanzaron “Locos de Amor” de Robert Altman; “Otello” de Zefirelli, que era una ópera filmada con Plácido Domingo; y “Vidas distantes” otra vez con Konchalovsky y un resultado bastante digno.

En medio de esa vorágine festivalera a nuestros primos favoritos se les acercó uno de los mayores vividores de la historia del cine, Jean Luc Goddard. Como buen vendemotos que es, consiguió un contrato para filmar una versión de “El Rey Lear”. Al igual que con Messi dicho contrato se firmó en una servilleta, pero el resultado fue totalmente contrario. Goddard se pasó la obra de Shakespeare por la huevada y contó un rollo futurista post-Chenobyl que no servía ni para presentarla a Cannes.



No todo fue fracasar, el momento álgido de la Cannon se produjo en 1986, cuando la cinta holandesa “El asalto”, que ellos distribuían, se llevó el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Fue un triunfo menor e indirecto, pero algo es algo.


Pero volvamos a la esencia de la Cannon. Era el turno de explotar el filón de Indiana Jones y dieron luz verde a hacer una nueva adaptación (por decir algo) de “Las minas del Rey Salomón”. Allan Quatermain volvía con el rostro de Richard Chamberlain y con la compañía de una Sharon Stone pre-cruce de piernas.

El director fue J. Lee Thompson, en su día nominado al Oscar por “Los cañones de Navarone” y que, tras su participación en la saga simiesca, se dedicó en los 80 a pegarse cual garrapata a Charles Bronson para asegurar su puente a la jubilación. Otros han hecho cosas peores con el mismo fin, mirad a Mercedes Milá.

En otra muestra de innovación, la cinta anterior y su secuela, “Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro”, fueron rodadas seguidas pero con dos directores diferentes. La secuela la hizo Gary Nelson, el hombre que metió a la Disney en el abismo negro con el ídem.


Y ahí seguían, sacando cosas como la secuela de “La matanza de Texas” e impulsaron la carrera, corta, de otro action hero de rastrillo, Michael Dudikoff  con “El guerrero americano”, siendo eclipsado por el carisma de su compañero Steve James (qepd).

En su afán de diversificar, la Cannon se lanzó a producir películas infantiles. Si luchar por la Palma de Oro era raro, este giro era un doble mortal hacia atrás y con tirabuzón. Con el nombre de "Cannon Movie Tales" sacaron “Rumpelstiltskin”, “Blancanieves”, “La bella y la bestia” y así hasta nueve entregas de la dieciséis previstas, no es difícil deducir que la aventura infantil fue un fracaso.


En 1986 compraron los derechos de la novela “Vampiros del Espacio” y la transformaron en “Fuerza Vital” con Tobe Hopper al mando. Publicitada a bombo y platillo fue un fracaso considerable a pesar de tener a Mathilda May todo el metraje en bolas. Debieron tomar nota de ello y relajarse, pero no. Como el ser humano es así, decidieron embarcarse en superproducciones, primer clavo en el ataúd.

Hasta aquí la primera entrega. En la entrega final tendremos a Stallone, juguetes extraterrestres, superhéroes de Marvel, a Stan Lee cabreado, a Van Damme y un señor de Hawai (juntos y por separado), actividades delictivas y un poco de lambada para alegrar el cuerpo.




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