Este va a ser un post
diferente porque voy a hablar de cine. Me tomo esta licencia porque llevaba
tiempo con ganas de contar esta historia, la historia de la Cannon.
Muchas cosas son
inequívocamente ochenteras pero pocas como el breakdance, ese baile que se
extendió con la misma rapidez que un meme pero sin Internet de por medio, lo
que fue meritorio y aterrador a partes iguales. La moda provocó muchos daños
estéticos, psíquicos y físicos, yo conocí a más de uno que estuvo a unos
milímetros (en sentido literal) de acabar en silla de ruedas al intentar hacer
el trompo, y es que en esa época se imitaba todo lo que salía por la tele.
Yo del breakdance me quedo
con la película “Breakin'” que narraba la lucha de Special K, Ozono y Turbo por
hacerse un hueco en el mundo a golpe de break. La peli tiene casi de todo:
coreografías absurdas, un trío de breakers rivales (no os perdáis a su miembro
femenino, que sólo sabe agitar los brazos como Pepe en los córners), Van Damme
como extra, un secundario gay, Ice-T y product placement de una famosa marca
deportiva. Sólo le falta una subtrama romántica, ausencia que agradezco.
Aunque vista hoy la
película da cosa, fue el mayor triunfo de su estudio. Costó poco más de 1
millón de dólares y recaudó 38 millones en EEUU, lo mismo que “Terminator”. Y
acabó en el “top 20”
del año en la taquilla americana. Si este dato es bueno o malo lo dejo a su
criterio.
Lo mejor es que generó una
rápida secuela que posee EL MEJOR TÍTULO DE LA HISTORIA DEL CINE. Y es que los dos primos
israelíes que produjeron “Breakin'” tuvieron olfato comercial, como veréis fue
un oasis en un desierto de despropósitos.
Aquí os dejo con el vídeo
y con la historia de la Cannon.
Prólogo
La Cannon no figurará
nunca en los libros de Historia del Cine, de hecho se le suele poner como
ejemplo de lo peor, es el Mourinho del 7º arte.
Y eso es lo que mola,
porque esta es la historia de dos primos israelíes que un día dejaron su país y
se fueron a Jólibu para emprender su particular sueño americano en forma de
estudio de cine. Llenaron las carteleras y los videoclubes con porquería de
todo tipo (desde las disfrutables hasta las que te pueden matar de vergüenza
ajena), y acabaron debiendo pasta a todo el mundo y con los dos primos
enfrentados y puteándose sus pelis sobre la lambada. En resumen, que esto
también es Historia del Cine, y merece ser contada.
Los inicios
Menahem Golan y Yoram
Globus llevaban produciendo películas en su país desde los 60. La primera vez
que asomaron el hocico por EEUU fue con sus dos nominaciones a los Globos de
Oro con su musical “Kazablan” (1974), una especie de “Romeo y Julieta”
protagonizado por Yehoram Gaon, el Manolo Escobar hebreo, algo talludo para el
papel. Tres años después, Golam sería nominado al Oscar de Mejor Película de
Habla No Inglesa por “Operación Relámpago”, un cinta de acción basada en el
secuestro real de un avión con Yehoram Gaon again, el inquietante Klaus Kinski
y la musa del erotismo al estilo “bésame o te machaco” Sybil Danning. Pero el
pelotazo en taquilla les llegó en 1978 con la primera entrega de la saga “Polo
de limón”, historia de shavalines salidorros y claro antecedente de “Porky’s” y
“American Pie”.
En 1979, Golan-Globus
llegaron a EEUU y haciendo suya la frase “todo es posible en América” (que ha
inspirado desde a los del Mayflower hasta Willy Fog) compraron por 500.000$ una
pequeña distribuidora, Cannon. Y como si de San Pedro se trataran sobre esa
piedra construyeron su templo del cine chungo.
La primera declaración de
intenciones (y de hechos) de la Cannon fue “The Apple” (1980), una metáfora del
Antiguo Testamento envuelto en un musical hortera, futurista y ambigua
sexualmente (por ser amable) y que mezcla baladas moñas, música disco y temas
intensos y trepidantes a lo Jim Steinman. Si habéis pinchado el enlace y
queréis seguir leyendo esto, os admiro y os lo agradezco.
Golan-Globus descubrieron
que lo quería la gente de los 80 era acción, y butacas con reposabrazos, pero
sobre todo acción (confío en que Matt Groening no va a leer esto). Pues se
pusieron a ello y parieron “La justicia del Ninja” y dijeron: “¿quién mejor
para hacer de Ninja que Franco Nero?”. Es una idea que mola de lo absurda que es porque, pensar en un actor de spaghetti-westerns y que venía de protagonizar una
explotation italiana de “Tiburón” para hacer de Ninja, es de esas cosas que hicieron grande a la Cannon.
La saga “Ninja”
fue curiosa porque para la segunda parte el villano de la primera, Sho Kosugi,
pasó a ser el héroe con otro nombre. Y en la tercera Kosugi aparecía la última
media hora para derrotar al espíritu de un ninja malvado que había poseído a
una chica. El film mezcla elementos de “El exorcista” con momentazos como
cuando a la chica casi se la traga su armario, ¿les suena?. Queda claro que en la
Cannon sentían un total desprecio por la continuidad, como en DC cómics, y por las ideas de los demás, así hizo carrera Bruno Mattei.
El siguiente paso de la
Cannon fue unirse al que sería uno de los pilares de la compañía, Charles
Bronson. Coprodujeron la segunda aventura del arquitecto justiciero Paul Kersey
(“Yo soy la justicia”). Los propietarios de los derechos no le veían más futuro
a las aventuras de Kersey, pero en la Cannon sí. Esta manía de comprar derechos
de sagas moribundas sería una conntante en su historia. El futuro de la saga
pasó por darle el “toque Cannon”. Esto no era otra cosa que aumentar el nivel
de facherío y violencia a niveles risibles. A partir de ahora Bronson limpiaría
las calles a bazokazo limpio si hacía falta (“El justiciero de la noche”), porque toda peli de acción mejora con un bazooka. A mí me gustaría usarlo en un concierto de Juan Magán.
En esta primera etapa se
dedicaron a picar de allí y allá, sacando comedietas como “El último americano
virgen”, pelis insulsas de aventuras (“La dama perversa”) y distribuyendo
basuras “top” como “El tesoro de las cuatro coronas”, aventuras italianas a lo
Indiana Jones en 3D y con Ana Obregón (combo motal); “El desafío de Hércules” o
cómo Luigi Cozzi (sí, el de "Star Crash") convirtió al mítico héroe griego en una explotation de “Conan”
para mayor gloria de Lou Ferrigno y Sibyl Danning; y la multiganadora de los
Razzies “Bolero”, con John Derek mostrándonos lo buena que estaba su señora Bo
y acompañada de Ana Obregón.
A estas alturas ya ha
quedado claro que Golam-Globus tenían mal gusto, peor criterio y aun peor
olfato comercial.
El auge
1984 fue el año del
despegue. Y eso que la cosa no empezó bien pues produjeron “El caballero
verde”. En otro alarde de visión comercial, adaptaron esta aburrida historia
artúrica y llenaron el reparto con viejas glorias como Trevor Howard y Peter
Cushing y le sumaron un Sean Connery en horas más bajas que la audiencia de un
programa de Pilar Rubio. Para hacer del prota, Sir Gawain, el director quería
a Mark Hamill y la Cannon, como si fueran los Charlotte Bobcats, ficharon a…
Ator. Sí, Miles O’Keeffe. Eso es llamar al público a la sala y no lo que hacen
los directores españoles, que a la que pueden juntan a Hugo Silva y Mario
Casas.
Después de una rinoplastia
conjunta o algo, Golan-Globus dieron con la tecla lanzando la ya nombrada “Breakin'”.
Pero el gran acontecimiento del "año Cannon" fue la unión con un actor marcial,
de barba cerrada, rostro inexpresivo y con una ideología que convierte a
Intereconomía en un canal de perroflautas.
La Cannon decidió que la
guerra del Vietnam no había acabado y para acabarla mandaron allí a Chuck
Norris. Rodaron dos pelis seguidas y, en un regate que ni el de Romario a
Alkorta, Golan-Globus decidieron estrenar primero la secuela, “Desparecido en
combate”, con Chuck rescatando prisioneros yankis en Vietnam y anticipándose a
Rambo (la creencia popular cree que fue al revés); y luego estrenaron
“Desaparecido en combate 2”
que narraba las experiencias como prisionero de Chuck y su huida.
Como los resultados en
taquilla fueron buenos, la unión Cannon-Chuck siguió dejando joyas como “Delta
Force”, un remake encubierto y pasado de rosca de “Operación Relámpago” y la
peli que más veces ha visto en su vida el que escribe; “Invasión USA” con Chuck
frenando una invasión de terroristas comunistas liderados por el gran Richard
Lynch (qepd); o “El templo del oro”, una de aventuras con Chuck haciendo de
Indy porque matar comunistas, palestinos y vietnamitas también cansa.
En esos años de esplendor,
la Cannon reveló un plan maligno que amenazaba con cambiar el destino la humanidad, ganar
el Festival de Cannes. Tal declaración era tan
consecuente como que en “Mujeres, hombres y viceversa” recomienden leer, o que
Bárcenas sea el próximo presidente del FMI (esto último no lo descarto del
todo).
Espoleados por los
alemanes, que en 1984 le dieron el Oso de Oro a “Corrientes de amor”, la cinta
que la produjeron al Cassavettes, ese mismo año presentaron “Los amantes de
María” de Andrei Konchalovsky a Venecia y obtuvieron buenas críticas.
En ese infructuoso asalto
a la Palma de Oro usaron “El tren del infierno”, la mejor película del estudio
y con la que obtuvieron tres nominaciones al Oscar y un Globo de Oro para Jon
Voight. Detrás de la cámara estaba otra vez Konchalovsky, el ruso aportó a la
Cannon sus dos mejores obras. No está mal viniendo de un tipo que luego
dirigiría “Tango & Cash”.
En Cannes lanzaron “Locos
de Amor” de Robert Altman; “Otello” de Zefirelli, que era una ópera filmada con
Plácido Domingo; y “Vidas distantes” otra vez con Konchalovsky y un resultado
bastante digno.
En medio de esa vorágine
festivalera a nuestros primos favoritos se les acercó uno de los mayores
vividores de la historia del cine, Jean Luc Goddard. Como buen vendemotos que
es, consiguió un contrato para filmar una versión de “El Rey Lear”. Al igual que
con Messi dicho contrato se firmó en una servilleta, pero el resultado fue
totalmente contrario. Goddard se pasó la obra de Shakespeare por la huevada y
contó un rollo futurista post-Chenobyl que no servía ni para presentarla a
Cannes.
No todo fue fracasar, el
momento álgido de la Cannon se produjo en 1986, cuando la cinta holandesa “El
asalto”, que ellos distribuían, se llevó el Oscar a la Mejor Película de Habla
No Inglesa. Fue un triunfo menor e indirecto, pero algo es algo.
Pero volvamos a la esencia
de la Cannon. Era el turno de explotar el filón de Indiana Jones y dieron luz
verde a hacer una nueva adaptación (por decir algo) de “Las minas del Rey
Salomón”. Allan Quatermain volvía con el rostro de Richard Chamberlain y con la
compañía de una Sharon Stone pre-cruce de piernas.
El director fue J. Lee
Thompson, en su día nominado al Oscar por “Los cañones de Navarone” y que, tras
su participación en la saga simiesca, se dedicó en los 80 a pegarse cual garrapata a
Charles Bronson para asegurar su puente a la jubilación. Otros han hecho cosas
peores con el mismo fin, mirad a Mercedes Milá.
En otra muestra de
innovación, la cinta anterior y su secuela, “Allan Quatermain y la ciudad
perdida del oro”, fueron rodadas seguidas pero con dos directores diferentes.
La secuela la hizo Gary Nelson, el hombre que metió a la Disney en el abismo
negro con el ídem.
Y ahí seguían, sacando
cosas como la secuela de “La matanza de Texas” e impulsaron la carrera, corta,
de otro action hero de rastrillo, Michael Dudikoff con “El guerrero americano”, siendo eclipsado
por el carisma de su compañero Steve James (qepd).
En su afán de diversificar,
la Cannon se lanzó a producir películas infantiles. Si luchar por la Palma de
Oro era raro, este giro era un doble mortal hacia atrás y con tirabuzón. Con el
nombre de "Cannon Movie Tales" sacaron “Rumpelstiltskin”, “Blancanieves”, “La
bella y la bestia” y así hasta nueve entregas de la dieciséis previstas, no es
difícil deducir que la aventura infantil fue un fracaso.
En 1986 compraron los
derechos de la novela “Vampiros del Espacio” y la transformaron en “Fuerza
Vital” con Tobe Hopper al mando. Publicitada a bombo y platillo fue un fracaso
considerable a pesar de tener a Mathilda May todo el metraje en bolas. Debieron
tomar nota de ello y relajarse, pero no. Como el ser humano es así, decidieron
embarcarse en superproducciones, primer clavo en el ataúd.
Hasta aquí la primera
entrega. En la entrega final tendremos a Stallone, juguetes extraterrestres, superhéroes
de Marvel, a Stan Lee cabreado, a Van Damme y un señor de Hawai (juntos y por
separado), actividades delictivas y un poco de lambada para alegrar el cuerpo.
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