viernes, 7 de junio de 2013

Ollie & Jerry: “Electric Boogaloo” (1984) + La historia de la Cannon (y 2)

Como contaba en el post anterior, la Cannon aprovechó el tirón de “Breakin'” y sacó la secuela apenas medio año después. El invento no coló pero dejó algo eterno. Un título… ¡qué digo!, EL TÍTULO. La secuela se llamó “Breakin': Electric Boogaloo”. Ese título resume a la perfección la historia de la Cannon y lo absurdamente geniales que eran.



El vídeo de la secuela nos permite ver a Ollie & Jerry con sus looks descojonantemente ochentenos: uno con tupetazo y vestido como un dependiente del Foot Locker, y el otro como melena trenzada y vestuario a lo Rick James. Los dos se nos aparecen en formato trail effect sobre unos dibujos tercermundistas.

En los clips de la peli vuelve a aparecer mi amiga la bailarina de brazos y Turbo baila en el techo cual Fred Astaire para sorpresa de su novia latina (recomiendo que escuchen su voz en VO, es el descojone total).

Aquí les dejo el videoclip y después el desenlace de la historia de la Cannon.




La caída

Habíamos dejado a nuestros amigos israelíes con el susto de “Fuerza vital” y con su decisión de hacer superproducciones. Que dada la situación era una idea tan audaz como ir de drag queen en el Valle de los Caídos un 20-N.

En 1987 la Cannon puso en marcha cuatro proyectos importantes y que fueron un sonoro fracaso. Al menos tres de ellos, porque el cuarto ni se llegó a rodar.

¿Quién tuvo la culpa de lo que iba a pasar?. La culpa la tuvo Stallone. O eso podrían haber dicho Golan-Globus con tal de escurrir el bulto. La Cannon había co-producido “Cobra”, un éxito mediano de Sly. A Golan su trozo de tarta le pareció pequeño y se propuso rodar un éxito con el potro italiano en exclusiva. Y entonces cayó la primera ficha del dominó.

Stallone no se fiaba nada de los “Go-go Boys” (apodo que les pusieron en el mundillo a Golan-Globus por su peligrosa tendencia a dar luz verde a cualquier proyecto mínimamente viable) y a cambio de firmar con ellos pidió un sueldazo. Golan estaba tan obsesionado que le dijo que sí a Sly en todo y además dirigió personalmente la película para que Stallone viera que el estudio estaba implicado a tope.


Así nació “Yo, el halcón”, que no es otra cosa que un “Rocky” camionero que se dedica a los torneos de pulsos con historia paterno-filial al fondo. Resultado: hostia terrible.



Con la sangre saliendo a borbotones por la herida, la Cannon se la jugaba en los dos (en realidad, tres) grandes proyectos que tenían en marcha. En su sana costumbre de comprar franquicias moribundas, le compraron a los Salkind los derechos de Superman. 

Los Salkind, tras “Superman III” y “Supergirl”, veían que las aventuras kryptonianas no daban más de sí. Pero Golan-Globus son de los que tienen la temeraria e insana manía de abrir las puertas a cabezazos.

Contrataron al reparto original, tampoco les costó mucho dada la famosa vena mercenaria de Gene Hackman, el desorden mental de Margot Kidder y a Christopher Reeve le prometieron financiarle la pasable “El reportero de la calle 42”. En cuanto al director, los dos Richard (Donner y Lester) dijeron: “no puedo, es que he medio quedado”. Y así cayó en manos de Sidney J. Furie.


De todos modos, había un pequeño problema sin importancia, faltaba la pasta para rodarla. Así se explican los lamentables efectos especiales (reconstrucción de Muralla China con rayos láser en todo lo alto) y que el guión original, que contemplaba la lucha de Superman con un clon, se transformara en una pelea casi barriobajera contra un hombre nuclear de rubia melena y porte gayer. Y pudo ser peor. Otro fracaso y todo pendiente del Príncipe de Eternia.


La tercera bala era una peli basada en los juguetes de Mattel “Masters del Universo”. Los Masters tuvieron el mérito de hacerse un hueco en la infancia ochentera pese a ser concebidos inicialmente como merchandising de “Conan, el bárbaro”. Pero Mattel, al ver la violencia de la peli de John Millius, se desmarcaron del asunto, lo suavizaron y convirtieron a Conan en el ambiguo Príncipe Adam/He-Man con su melenita rubia.

La fiebre de los Masters ya había pasado pero como el hombre es un animal de costumbres ahí llegó la Cannon para hacer la película. Tarde y mal, como si fueran la escudería Marussia.


El reparto tenía su aquel: Dolph Lundgren parecía un buen He-Man, Frank Langella era (y es) un actor muy solvente, por el lado femenino estaban Chelsea Field y Meg Foster, además de Christina Pickles y Courteney Cox unos años antes de ser madre e hija en “Friends”. Y también teníamos un gran secundario ochentero como James Tolkan. ¿Qué pasó?.
 
Pues qué la película era pobre en todos los sentidos. Como no había dinero para reproducir Eternia recurrieron al viejo truco de traerlos a la Tierra. Tampoco daba para hacer a Orko, pero como no podían renunciar al alivio cómico se inventaron a un enano peludo llamado Gwildor para hacer de caricato.

De esta serie de fracasos que mataron a la Cannon, “Masters del Universo” es la más soportable pero tampoco recomendable. El fracaso comercial dejaba a la Cannon con un pie en el abismo y con el otro en el borde, pero de puntillas.

Lo curioso es que la confianza en la cinta era tal que tras los créditos Skeletor nos anunciaba que volvería y ya tenían en marcha varios aspectos de la pre-producción de la secuela. Todo ese material caía en el olvido. De momento.

Pero falta una cuarta superproducción, la puñalada invisible, el mayor “What…if” de la historia del cine (olvidaos de Tom Selleck e Indiana Jones). Llegamos al “Spiderman” de Albert Pyun.

La Cannon compró a Marvel los derechos de Capitán América y Spiderman. El primer director iba a ser Joseph Zito (Josecito para los amigos), que quería contar con un stunt, un tal Scott Leva, como Peter Parker; Bob Hoskins iba a ser el villano (luego pasaría a ser el Dr. Octopus en otra re-escritura)  y Lauren Bacall o Katharine Hepburn sonaban como la tía May (gracias a Dios que no). Como si fuera Míchel, también sonó Tom Cruise para el papel de Peter Parker.

Pero la idea de Zito era demencial. Aprovechando el éxito de “La mosca” del Cronenberg, pensó en trasformar a Peter Parker en una tarántula gigante que lucharía contra un científico mutante que quería dominar el mundo. Los gritos de Stan Lee ante tal ocurrencia todavía retumban por toda California.

Para calmar a Lee se habló de Tobe Hooper pero el proyecto acabó en manos de Albert Pyun (que es como pasar del speedball a la escama). El director hawaiano dotado de su peculiar sentido de la épica, tenía en manos una idea más estándar, lo que es de agradecer en un hombre obsesionado con las crucifixiones y los cyborgs que dominan el Kick-boxing.



El proyecto nunca vio la luz. Todo esto no sería grave si no fuera porque la Cannon ya había vendido la película a los distribuidores antes de hacerla. Ese dinero lo querían para tapar los agujeros que había creado su contabilidad creativa (más aun que la de la planta nuclear de Springfield), esperando que el éxito de las tres pelis comentadas antes ayudara a financiar “Spiderman”.

El tiempo pasó, los derechos Marvel caducaron, los distribuidores que pagaron preguntaron “¿y qué hay de lo mío?” y la Cannon tenía menos liquidez que un club de la Segunda B.

Pero ya sólo les quedaba soltar lastre con el nombre de “El guerrero americano III”, “Alien from L.A.” o “Desparecido en combate III”. Con el fracaso y los acreedores aporreando su puerta, todavía les dio tiempo para lanzar una película de culto entre los fans del cine chungo y a otra nueva estrella del cine de acción.

Como las películas de bárbaros estaban en decadencia, dieron luz verde, como no, a una obra a mayor gloria de los hermanos Paul que eran dos gemelos con la masa muscular inversamente proporcional a su cerebro y dotados de unos mullets estratosféricos. Así nació “Los bárbaros” (a la que toda una generación rebautizamos como “Los hermanos bárbaros”).

¿Por qué es de culto?. Para mí lo es por la escena en la que uno de los Paul rompe una cuerda con la fuerza de su cuello, porque Richard Lynch es el villano y porque me gusta pensar qué se les pasó por la cabeza a Golan-Globus para contratar como director a Ruggero Deodato, el de “Holocausto caníbal”. Definitivamente tengo mucho tiempo libre.

Un buen día un joven belga dio con Golan y sin mediar palabra levantó su pierna hasta ponerle la suela del zapato a medio centímetro de la cara (espero que antes no pisara una mierda). Hay diversas teorías sobre dónde fue tal acontecimiento, unos lo sitúan en la calle, otros en el despacho de Golan y otros en un restaurante. Da igual porque esa duda es el material con que se forjan las leyendas. El caso es que Golan quedó impresionado y así surgió “Contacto sangriento”, el primer papel protagónico de Jean Claude Van Damme. Como ven, el nivel de exigencia de Golan es el mismo que el de un ligue a las 4 de la mañana.

La unión Van Damme-Cannon tuvo continuidad de la mano de Albert Pyun. ¿Se acuerdan del material no utilizado de “Masters 2”?. Pues Pyun lo cogió, lo recicló y lo transformó en “Cyborg”, y encima ahora viene Guti a concienciarnos sobre el reciclaje, hay que joderse.

Sin saberlo Pyun, Van Damme y cía estaban haciendo historia porque “Cyborg” fue la última película de la Cannon en la era Golan-Globus. La peli costó 500.000$ y recaudó 10 millones. 

Eso era pan para hoy y hambre para mañana. En ese momento, el distanciamiento entre los primos era tan grande, o más, que el agujero económico del estudio. Como suele pasar en estos casos, el uno acusó el otro de la mala gestión y, como suele pasar en estos casos, ambos eran responsables al 50-50 más o menos. El estudio acabó bajo investigación estatal ante tanto trapiche.

Globus se quedó con la Cannon y se buscó unos socios europeos y Golan montó la 21st Century Films. Todo había acabado.

La propina

Globus decidió relanzar la Cannon haciendo un film sobre el baile de modo, al estilo “Breakin'”. Sólo que la moda ahora era peor, llega la lambada. Registró la palabra “Lambada” y tiró p’alante, nacía “Lambada, fuego en el cuerpo”

Golan, por tocar los huevos, compró los derechos de la canción porque “la canción representa el verdadero espíritu de la lambada, más que la propia palabra”, Golan dixit. Golan, olfato comercial poco pero a tocahuevos no tenía rival. Y así parió “El baile prohibido”.

Se inició una carrera absurda para ver quien estrenaba antes. Más absurdo fue el final porque ambas se estrenaron el mismo día con resultados penosos.

Las dos películas son evitables si se quiere gozar de buena salud mental. Pero como yo no se qué es eso, me tragué las dos en su momento y si tengo que recomendar una, forzado bajo amenaza, ésa es “El baile prohibido”. El guión es un “WTF?” de principio a fin, y ver a Ricahrd Lynch bailando lambada no tiene precio.

Golan haría un último servicio a sus seguidores, trataría de resolver la eterna duda del “Spiderman” de Albert Pyun dándole a éste la oportunidad de dirigir “Capitán América”. El bodrio nos sirve para hacernos una idea de cómo hubiera sido “El Hombre Araña según Pyun” pero no nos llena. Se agradece el esfuerzo, Menahem.

Los primos finalmente harían las paces. Es la mejor forma de acabar la historia de unos tipos que amaban el cine, pero que no tenían talento para producirlo. Pero con acierto o sin acierto, hicieron cine y a mí, personalmente, me han dado horas de entretenimiento y risas.

Eternamente agradecido.

2 comentarios:

Paco Fox dijo...

Una parte importente de la caída de la Cannon, aparte de las tres superproducciones de baratillo, fue la compra de una cadena de cines en Inglaterra. Eso les dejó un buen lío económico que empezaron a maquillar con contabilidad creativa. A partir de esas inversiones millonarias, el fisco americano empezó a fijarse en ellos, lo que acabó en los tribunales y posterior quiebra, de la que no se pudieron librar por la falta de liquidez derivada del desastre de Superman IV.

Otro tema que a mí me gusta es cómo empezaron a sacar títulos a toda hostia para cumplir contratos de distribución internacional. El mayor damnificado fue 'Vieje al centro de la tierra', una de las experiencias más dolorosas por la que he pasado delante de la tele: como no tenían dinero para completar los efectos especiales, le encargaron a Albert Pyun rodar en un par de días otra peli distinta a la que le añadieron el inicio ya rodado de la original y que era una secuela de 'Alien from LA'. Muy triste.

Y, por favor: HOSTIA, con 'H'. Porque las palabrotas han de ser sacrílegas.

Rayco dijo...

Es verdad, la cadena Classic. Yo había oído algo de eso, por eso puse lo de "prácticas ilegales", para englobarlo todo.

Lo de la chapuza con la secuela de "Alien from LA" es una historia cojonuda. Yo me enteré gracias a tu serie de posts "Albert Pyun y yo" (gran título).

Lo de hostia es culpa de mi canariedad, aquí casi nadie dice esa palabra.

Estoy muy contento porque hayas comentado en nuestro blog. Ana y yo somos seguidores de Videofobia, de Cine Basura y de Vicisitud y Sordidez.

PD: ¡Qué pena que las BSO de la pelis de Cuneyt Arkin sean afanadas!. Si no fuera así, ya hubiera hecho un post sobre él hace tiempo.

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