Como contaba en el post anterior, la Cannon aprovechó el tirón de “Breakin'” y sacó la secuela apenas
medio año después. El invento no coló pero dejó algo eterno. Un título… ¡qué
digo!, EL TÍTULO. La secuela se llamó “Breakin': Electric Boogaloo”. Ese título resume a la perfección la historia de la Cannon y lo
absurdamente geniales que eran.
El vídeo de la secuela nos
permite ver a Ollie & Jerry con sus looks descojonantemente ochentenos: uno
con tupetazo y vestido como un dependiente del Foot Locker, y
el otro como melena trenzada y vestuario a lo Rick James. Los dos se nos
aparecen en formato trail effect sobre unos dibujos tercermundistas.
En los clips de la peli
vuelve a aparecer mi amiga la bailarina de brazos y Turbo baila en el techo
cual Fred Astaire para sorpresa de su novia latina (recomiendo que escuchen su
voz en VO, es el descojone total).
Aquí les dejo el videoclip
y después el desenlace de la historia de la Cannon.
La caída
Habíamos dejado a nuestros
amigos israelíes con el susto de “Fuerza vital” y con su decisión de hacer
superproducciones. Que dada la situación era una idea tan audaz como ir de drag
queen en el Valle de los Caídos un 20-N.
En 1987 la Cannon puso en
marcha cuatro proyectos importantes y que fueron un sonoro fracaso. Al menos
tres de ellos, porque el cuarto ni se llegó a rodar.
¿Quién tuvo la culpa de lo
que iba a pasar?. La culpa la tuvo Stallone. O eso podrían haber dicho
Golan-Globus con tal de escurrir el bulto. La Cannon había co-producido
“Cobra”, un éxito mediano de Sly. A Golan su trozo de tarta le pareció pequeño
y se propuso rodar un éxito con el potro italiano en exclusiva. Y entonces cayó
la primera ficha del dominó.
Stallone no se fiaba nada
de los “Go-go Boys” (apodo que les pusieron en el mundillo a Golan-Globus por
su peligrosa tendencia a dar luz verde a cualquier proyecto mínimamente viable)
y a cambio de firmar con ellos pidió un sueldazo. Golan estaba tan obsesionado
que le dijo que sí a Sly en todo y además dirigió personalmente la película
para que Stallone viera que el estudio estaba implicado a tope.
Así nació “Yo, el halcón”,
que no es otra cosa que un “Rocky” camionero que se dedica a los torneos de pulsos
con historia paterno-filial al fondo. Resultado: hostia terrible.
Con la sangre saliendo a
borbotones por la herida, la Cannon se la jugaba en los dos (en realidad, tres)
grandes proyectos que tenían en marcha. En su sana costumbre de comprar
franquicias moribundas, le compraron a los Salkind los derechos de Superman.
Los Salkind, tras “Superman III” y “Supergirl”, veían que las aventuras
kryptonianas no daban más de sí. Pero Golan-Globus son de los que tienen la
temeraria e insana manía de abrir las puertas a cabezazos.
Contrataron al reparto
original, tampoco les costó mucho dada la famosa vena mercenaria de Gene
Hackman, el desorden mental de Margot Kidder y a Christopher Reeve le
prometieron financiarle la pasable “El reportero de la calle 42” . En cuanto al director, los
dos Richard (Donner y Lester) dijeron: “no puedo, es que he medio quedado”. Y
así cayó en manos de Sidney J. Furie.
La tercera bala era una
peli basada en los juguetes de Mattel “Masters del Universo”. Los Masters
tuvieron el mérito de hacerse un hueco en la infancia ochentera pese a ser
concebidos inicialmente como merchandising de “Conan, el bárbaro”. Pero Mattel,
al ver la violencia de la peli de John Millius, se desmarcaron del asunto, lo
suavizaron y convirtieron a Conan en el ambiguo Príncipe Adam/He-Man con su
melenita rubia.
La fiebre de los Masters
ya había pasado pero como el hombre es un animal de costumbres ahí llegó la
Cannon para hacer la película. Tarde y mal, como si fueran la escudería
Marussia.
El reparto tenía su aquel:
Dolph Lundgren parecía un buen He-Man, Frank Langella era (y es) un actor muy
solvente, por el lado femenino estaban Chelsea Field y Meg Foster, además de Christina
Pickles y Courteney Cox unos años antes de ser madre e hija en “Friends”. Y
también teníamos un gran secundario ochentero como James Tolkan. ¿Qué pasó?.
Pues qué la película era
pobre en todos los sentidos. Como no había dinero para reproducir Eternia
recurrieron al viejo truco de traerlos a la Tierra. Tampoco daba para hacer a
Orko, pero como no podían renunciar al alivio cómico se inventaron a un enano
peludo llamado Gwildor para hacer de caricato.
De esta serie de fracasos que
mataron a la Cannon, “Masters del Universo” es la más soportable pero tampoco
recomendable. El fracaso comercial dejaba a la Cannon con un pie en el abismo y
con el otro en el borde, pero de puntillas.
Lo curioso es que la
confianza en la cinta era tal que tras los créditos Skeletor nos anunciaba que volvería
y ya tenían en marcha varios aspectos de la pre-producción de la secuela. Todo
ese material caía en el olvido. De momento.
Pero falta una cuarta
superproducción, la puñalada invisible, el mayor “What…if” de la historia del
cine (olvidaos de Tom Selleck e Indiana Jones). Llegamos al “Spiderman” de
Albert Pyun.
La Cannon compró a Marvel
los derechos de Capitán América y Spiderman. El primer director iba a ser
Joseph Zito (Josecito para los amigos), que quería contar con un stunt, un tal
Scott Leva, como Peter Parker; Bob Hoskins iba a ser el villano (luego pasaría
a ser el Dr. Octopus en otra re-escritura) y Lauren Bacall o Katharine Hepburn sonaban como la tía May (gracias a Dios que no). Como si fuera Míchel, también sonó Tom
Cruise para el papel de Peter Parker.
Pero la idea de Zito era
demencial. Aprovechando el éxito de “La mosca” del Cronenberg, pensó en
trasformar a Peter Parker en una tarántula gigante que lucharía contra un
científico mutante que quería dominar el mundo. Los gritos de Stan Lee ante tal
ocurrencia todavía retumban por toda California.
Para calmar a Lee se habló de Tobe Hooper pero el proyecto acabó en manos de Albert Pyun (que es como pasar del speedball a la escama). El
director hawaiano dotado de su peculiar sentido de la épica, tenía en manos una
idea más estándar, lo que es de agradecer en un hombre obsesionado con las
crucifixiones y los cyborgs que dominan el Kick-boxing.
El tiempo pasó, los
derechos Marvel caducaron, los distribuidores que pagaron preguntaron “¿y qué
hay de lo mío?” y la Cannon tenía menos liquidez que un club de la Segunda B.
Pero ya sólo les quedaba
soltar lastre con el nombre de “El guerrero americano III”, “Alien from L.A.” o
“Desparecido en combate III”. Con el fracaso y los
acreedores aporreando su puerta, todavía les dio tiempo para lanzar una
película de culto entre los fans del cine chungo y a otra nueva estrella del cine
de acción.
Como las películas de bárbaros
estaban en decadencia, dieron luz verde, como no, a una obra a mayor gloria de
los hermanos Paul que eran dos gemelos con la masa muscular inversamente
proporcional a su cerebro y dotados de unos mullets estratosféricos. Así nació
“Los bárbaros” (a la que toda una generación rebautizamos como “Los hermanos
bárbaros”).
¿Por qué es de culto?.
Para mí lo es por la escena en la que uno de los Paul rompe una cuerda con la
fuerza de su cuello, porque Richard Lynch es el villano y porque me gusta
pensar qué se les pasó por la cabeza a Golan-Globus para contratar como
director a Ruggero Deodato, el de “Holocausto caníbal”. Definitivamente tengo
mucho tiempo libre.
Un buen día un joven belga
dio con Golan y sin mediar palabra levantó su pierna hasta ponerle la suela del
zapato a medio centímetro de la cara (espero que antes no pisara una mierda).
Hay diversas teorías sobre dónde fue tal acontecimiento, unos lo sitúan en la
calle, otros en el despacho de Golan y otros en un restaurante. Da igual porque
esa duda es el material con que se forjan las leyendas. El caso es que Golan
quedó impresionado y así surgió “Contacto sangriento”, el primer papel
protagónico de Jean Claude Van Damme. Como ven, el nivel de exigencia de Golan
es el mismo que el de un ligue a las 4 de la mañana.
La unión Van Damme-Cannon
tuvo continuidad de la mano de Albert Pyun. ¿Se acuerdan del material no
utilizado de “Masters 2” ?.
Pues Pyun lo cogió, lo recicló y lo transformó en “Cyborg”, y encima ahora
viene Guti a concienciarnos sobre el reciclaje, hay que joderse.
Sin saberlo Pyun, Van
Damme y cía estaban haciendo historia porque “Cyborg” fue la última película de
la Cannon en la era Golan-Globus. La peli costó 500.000$ y recaudó 10 millones.
Eso era pan para hoy y
hambre para mañana. En ese momento, el distanciamiento entre los primos era tan
grande, o más, que el agujero económico del estudio. Como suele pasar en estos
casos, el uno acusó el otro de la mala gestión y, como suele pasar en estos casos,
ambos eran responsables al 50-50 más o menos. El estudio acabó bajo
investigación estatal ante tanto trapiche.
Globus se quedó con la
Cannon y se buscó unos socios europeos y Golan montó la 21st Century Films.
Todo había acabado.
La propina
Globus decidió relanzar la
Cannon haciendo un film sobre el baile de modo, al estilo “Breakin'”. Sólo que
la moda ahora era peor, llega la lambada. Registró la palabra “Lambada” y tiró
p’alante, nacía “Lambada, fuego en el cuerpo”
Golan, por tocar los
huevos, compró los derechos de la canción porque “la canción representa el
verdadero espíritu de la lambada, más que la propia palabra”, Golan dixit.
Golan, olfato comercial poco pero a tocahuevos no tenía rival. Y así parió “El
baile prohibido”.
Se inició una carrera
absurda para ver quien estrenaba antes. Más absurdo fue el final porque ambas
se estrenaron el mismo día con resultados penosos.
Las dos películas son
evitables si se quiere gozar de buena salud mental. Pero como yo no se qué es
eso, me tragué las dos en su momento y si tengo que recomendar una, forzado
bajo amenaza, ésa es “El baile prohibido”. El guión es un “WTF?” de principio a
fin, y ver a Ricahrd Lynch bailando lambada no tiene precio.
Golan haría un último
servicio a sus seguidores, trataría de resolver la eterna duda del “Spiderman”
de Albert Pyun dándole a éste la oportunidad de dirigir “Capitán América”. El
bodrio nos sirve para hacernos una idea de cómo hubiera sido “El Hombre Araña
según Pyun” pero no nos llena. Se agradece el esfuerzo, Menahem.
Los primos finalmente
harían las paces. Es la mejor forma de acabar la historia de unos tipos que amaban el cine, pero que no tenían talento para producirlo. Pero con acierto o
sin acierto, hicieron cine y a mí, personalmente, me han dado horas de entretenimiento
y risas.
Eternamente agradecido.
2 comentarios:
Una parte importente de la caída de la Cannon, aparte de las tres superproducciones de baratillo, fue la compra de una cadena de cines en Inglaterra. Eso les dejó un buen lío económico que empezaron a maquillar con contabilidad creativa. A partir de esas inversiones millonarias, el fisco americano empezó a fijarse en ellos, lo que acabó en los tribunales y posterior quiebra, de la que no se pudieron librar por la falta de liquidez derivada del desastre de Superman IV.
Otro tema que a mí me gusta es cómo empezaron a sacar títulos a toda hostia para cumplir contratos de distribución internacional. El mayor damnificado fue 'Vieje al centro de la tierra', una de las experiencias más dolorosas por la que he pasado delante de la tele: como no tenían dinero para completar los efectos especiales, le encargaron a Albert Pyun rodar en un par de días otra peli distinta a la que le añadieron el inicio ya rodado de la original y que era una secuela de 'Alien from LA'. Muy triste.
Y, por favor: HOSTIA, con 'H'. Porque las palabrotas han de ser sacrílegas.
Es verdad, la cadena Classic. Yo había oído algo de eso, por eso puse lo de "prácticas ilegales", para englobarlo todo.
Lo de la chapuza con la secuela de "Alien from LA" es una historia cojonuda. Yo me enteré gracias a tu serie de posts "Albert Pyun y yo" (gran título).
Lo de hostia es culpa de mi canariedad, aquí casi nadie dice esa palabra.
Estoy muy contento porque hayas comentado en nuestro blog. Ana y yo somos seguidores de Videofobia, de Cine Basura y de Vicisitud y Sordidez.
PD: ¡Qué pena que las BSO de la pelis de Cuneyt Arkin sean afanadas!. Si no fuera así, ya hubiera hecho un post sobre él hace tiempo.
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